Little Women 1949 "MUJERCITAS"
LA VANGUARDIA (1-6-1951)
Por si la popularidad que ha alcanzado en el siglo que lleva de vida la novela en que, se ha basado esta película fuese poca, el cine vuelve a ella por tercera vez para dilatar aún más el campo de conocimiento de una obra que, dentro de unas características perfectamente limitadas, ha sabido ganarse la simpatía de varias generaciones de lectores — o lectoras, mejor — y de dos. por lo menos, de, espectadores cinematográficos. El poder de atracción de «Mujercitas» auténtico «best seller» tanto literario como cinematográfico, parece claramente demostrado y con este regresó a un tema que muchos recordarán expuesto en «las cuatro hermanitas» el cinema norteamericano, aparte consideraciones comerciales, diriase que se ha rendido a un grato requerimiento sentimental, a las sugestiones de un recuerdo y a la necesidad de iluminar un poco un panorama cinematográfico excesivamente dado a los tenebrosismos. El asunto de «Mujercitas» es ya tan conocido que nos consideramos eximidos de abordarlo; si bien es preciso consignar que, salvo pequeñas variaciones, esta versión sigue la novela original casi letra a letra, cuidando de mantener y, en lo posible, de intensificar, el agradable medio cono de la anécdota. En esta tarea Mervyn Leroy ha puesto de su parte una finisima suavidad de estilo, adaptada fielmente al contorno muelle y sedoso de la historia de la familia March, vertida en un guión que si en ocasiones cede una parte de sus prerrogativas a los diálogos sabe muy bien sostener las notas, emotivas en y ponderado equilibrio que alterna la gracia juvenil de las protagonistas con el tibio dramatismo de sus contrariedades y de sus dramas. La dulzura de, «Mujercitas», ese ritmo que tiene de tonadilla de cajita de música, esa su grata ingenuidad de estampa de época, engrana a las mil maravillas como colorido brillante y gracioso que ilumina los rostros de las protagonistas con ternura, que pone en los paisajes pinceladas de diorama infantil y que se desborda en los interiores en una verdadera fantasía de gamas rutilantes. El tecnicolor de Natalia Kalmus viene, pues, como anillo al dedo al carácter de narración y los convencionalismos de una y de otra se hermanan en una combinación ideal, sólo comparable, al acierto que ha regido la elección de las principales intérpretes, esas cuatro deliciosas artistas que se llaman June Allyson, Janet Leigh, Margaret O'Brien y Elizabeth Taylor, esta ultima más bonita, más decorativa que actriz, sobre todo en oposición a la labor magnifica de June Allyson y de Margaret O'Brien. ambas realmente insuperables. El cuadro interpretativo se completa con la exquisita suavidad de esa gran señora del cine que es Mary Astor, con el empaque inolvidable del desaparecido Aubrey Sinith, con la efusividad de Peter Lawford y la sobriedad de Rossano Brazi, entre otros. Ante este catálogo de intérpretes se comprenderá la plenitud con que cobran vida los personajes de «Mujercitas», una, película dulce y tierna, simpática y tenuemente emotiva, sentimental como la música de un clavicordio, que. si parece dirigida a la imitad femenina del mundo logra entretener y hasta conmover, ¿por qué no? a la otra mitad. — H. SÁENZ. GUERRERO

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