Gaslight 1944 "LUZ QUE AGONIZA"
LA VANGUARDIA (15-2-1947)
Con mucha frecuencia, el cinema ofrece creaciones que suelen suscitar recuerdos, con comparaciones que deben ser siempre evitadas para mejor poder apreciarlas en sus justos e intransferibles méritos, mas, en este caso, es inevitable el parangón, ya que «Luz que agoniza» es la versión americana de «Luz de gas» que la gran película de Thorold. Dickinson, que sobre la obra teatral de Patrick Hamilton, fue la iniciación de todo un género cinematográfico. y es interesante observar la variación de estilos que se produce en torno a un mismo tema, visto a través de dos distintas sensibilidades. Én términos generales. ambas películas coinciden casi exactamente la calculada precisión técnica de que hace gala Cukor. no es inferior en ningún momento a la de Dickinson acaso en éste el drama fuese más fuertemente concretado, puesto que no dejaba que lo tenebroso se abriera peso en algún momento hacia lo lírico, como hace la versión americana en su arranque, pero la verdad cs que esta «Luz que agoniza» gana a su antecesora en los medios de expresión, la iguala y quizá la supere en la valoración psicológica de ambientes y personajes, y, por último, realiza el auténtico prodigio de emocionar e interesar profundamente al espectador, aunque éste conozca cl desarrollo del asunto, fenómeno tan poco frecuente, que bien pudiéramos calificarlo de extraordinario. «Luz que agoniza» es, indiscutiblemente, una pelicula magna. Tras los sonrientes compases del idilio en Italia, la tragedia se apodera lenta y fatalmente del transcurrir de la cinta. La luz lívida del gas pone sombras de obsesión en los tristes corredores de la casa número nueve de la Plaza Thomton, donde una infeliz mujer enloquece de miedo. La cámara, casi sin salir de las cuatro paredes de una habitación, sabe bien cómo verter al celuloide las tremendas sugestiones de los ambientes, y sabe cómo desmenuzar, recorriendo una riquísima gama de encuadres sobre el fundamental del primer plano, los personajes protagonistas, agotando por entero las posibilidadesdescriptivasde sus torturadas psicologias. Escena tras escena, en un «crescendo» dramático vibrante, en uncontinuo movimiento de formas y volúmenes, engranadas con el oscilar de la luz de gas, con unas sombras amenazadoras, con los fondos musicales, las imágenes correndespavoridas en un asombroso desfile de calidades cinematográficas hasta dejar intocable este género característico del cine contemporáneo que con «Luz que agoniza» tiene una de sus creaciones definitivas y sugerentes. A propósito hemos dejado el aspecto interpretativo pata el final de este comentario, puesto que su clase es otra de las cosas grandes de esta película. Irgrid Bergman —qué dificil se hace calificar exactamente su arte vive con su gesto un colosal poema interpretativo, en el que la expresión, la mirada el ademán. componen un conjunto repleto de matices, ora entrañablemente dulces, ora aterradoramente angustiados: a su lado, Charles Boyer brilla con un recio alarde de facultades en un tipo diametralmente opuesto a los que le distinguen; y, en suma, sin que en esta ocasión el elogio sea el «comodín» de toda critica, todos y cada uno de los personajes están tratados de mano maestra tallados minuciosamente en todas sus facetas. -H. SÁENZ GUERRERO.

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