Cat on a Hot Tin Roof 1958 "LA GATA SOBRE EL TEJADO DE CINC"
LA VANGUARDIA (11-11-1959)
AI pasar del teatro al cine <La gata sobre el tejado de zinc> a perdido unos valores y ha ganado otros, lo que es natural. Por una parte es menos áspera, nos hiere menos con sus terribles aristas, nos ahoga menos en su mefitica atmósfera moral, lo qué representa una ventaja. Por otra parte, al pretender hacer de una obra de teatro una película, con todo lo que ésta tiene de movilidad, el realizador ha dispersado la acción y le ha restado fuerza, como un buen vino que hubiese sido aguado, pero en compensación la ha enriquecido con elementos plásticos y con atractivos visuales. Ante esta transmutación de los valores originales, Richard Brooks, realizador del film, ha tenido que jugárselo todo a una sola carta. Ésta única carta es la de la interpretación. No es cosa nueva, en efecto, que el capitulo de la interpretación absorba el interés del director hasta el punto de superarlo a él todo. Pero también en la interpretación la comedia ha sufrido un desvío inesperado. La labor genial de un actor secundario, la del veterano Burl lvés, ha hecho pasar su personaje del segundo al primer plano. Y ha hecho más aún. Lo ha vigorizado de tal modo, lo ha revestido, de tales atractivos, como puede decirse que casi absorbe totalmente el interés del film, convirtiendo el drama intimo de <La gata> en la atroz tragedia moral y espiritual del <abuelo>. Elizabeth Taylor, extraordinaria actriz, bellísima mujer y artista de delicadas sensibilidad, se ha dejado eclipsar por este viejo oso de Burl Ivés, a quien se dio un <Oscar> por esta interpretación que es, junto con la que le hemos visto hace poco en <Horizontes de grandeza>, una de las más perfectas, inteligentes y concluyentes realizaciones masculinas producidas en mucho tiempo. El argumento de <La gata sobre el tejado> es harto conocido de nuestros lectores y., en general del público barcelonés. La gran actriz Aurora Bautista hizo en el Teatro Comedia una larga temporada a base de esta obra, que aplaudieron millares de personas. Es la oculta tragedia de una mujer desazonada, insatisfecha por el desvió de un esposo, oscilante entre los más encontrados complejos psicológicos y las más inconfesables atracciones. En la película, como hemos dicho antes, la idea argumentar ha sido expuesta de modo menos cruel o menos agresivo para la sensibilidad de un público como el del cine, más vasto y multitudinario, pero conserva, no obstante, su intensidad dramática y eso notorio escabroso y desgarrado que suscita un interés que linda en lo morboso. Richard Brooks ha dado a esta versión filmada de <La gata> todos los encantos que le han sido posible. Hay soltura en la exposición del relato, precisión en la dimensión de las secuencias y una perfecta coherencia en la unidad de unas y otras. Pero lucha con el recuerdo de la obra dramática que era más intensa y por haber sido concebida para el teatro tenia una acción más apretada y un tono emocional más sostenido. En su papel, Elizabeth Taylor conserva su encanto femenino y su excelente arte de actriz. Pero tal vez resulta una <gata> menos complicada, menos inquietante que la que hemos visto en el teatro, que era todo impera y fuego. Paul Nenman encargado del papel de esposo equivoco y esquivo, se comporta muy discretamente. El <monstruo> de la cinta es, sin embargo, el desbordante viejo Burl Ivés, que se hace el amo absoluto de la pantalla-A. MARTINEZ TOMAS

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