Demetrius and the Gladiators 1954 "DEMETRIUS Y LOS GLADIADORES"
LA VANGUARDIA (3-11-1954)
Buscar continuación, o continuaciones, a las películas que triunfaron es un antiguo hábito cinematográfico perfectamente explicable, no puede sorprender, pues, que nos llegue ahora «Demetrius y los gladiadores», realizada muy recientemente. a la sombra del éxito de «La túnica sagrada» y en calidad de segunda parte, obtenida con el aprovechamiento de uno de los personajes protagonistas de buen número de secundarios y de la ya conocida y deslumbrante ambientación cesárea de la Roma pagana. El estilo y el tono, sin embargo, tiene tan sólo concomitancias materiales con la película que nos dio a conocer al Cinemascope, tal vez porque de la obra de Lloyd C. Douglas, tan solo se ha tomado una figura, la del esclavo corintio que recogió la túnica de Jesús del polvo del Calvario. El resto es un hilvanado de situaciones combinadas para emocionar al público mediante fórmulas varias de distinto carácter donde la historia es un simple elemento más de la anécdota, deformada con inefable despreocupación imaginativa. Sin embargo, es posible como todo ello no impone demasiado desde el estricto punto de vista del destino de la cinta, y desde él momento que se dan en ella momentos de cierta dignidad, tanto si se les considera como finalidad o como pretexto. Al margen de esta cuestión, pues resulta evidente que «Demetrius y los gladiadores» congrega motivos más aun suficientes para entretener, impresionar y hasta conmover ál espectador, bien sea a través de las tremendas luchas del circo, cuyo héroe no es otro que el «Demetrius» interpretado por Víctor Mature o bien mediante las sádicas y tenebrosas actividades del Caligula que encama Jay Robinson. Todo ello, con la inclusión de los personajes desempeñados por Susan Hayward, Debra Paget y Michael Rennie —en un Pedro reverente pero manejado con excesiva despreocupación— se agrega a los enormes escenarios que el Cinemascope imposibilita mostrar, a los colores y al sonido estereofónico, de manera que se obtiene un espectáculo descomunal al que, desde luego, no le falta dinamismo y aventura, y por consiguiente, incentivos sólidos.—H. SÁENZ GUERRERO.

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