miércoles, 3 de agosto de 2011

The Heiress 1949 "LA HEREDERA"

The Heiress 1949 "LA HEREDERA"


LA VANGUARDIA (25-12-1951) 
Rene Clair dijo en cierta ocasión que William Wyler le parecía el mejor director del cine contemporáneo y probablemente Rene Clair tenía razón porque a Wyler debemos obras perfectamente antológicas que definen uno de los conceptos cinematográficos más serios, exactos y certeros de cuantos se han aplicado al cine de todos los tiempos. «La heredera» es un ejemplo que ilustra a las mil maravillas tal afirmación. Con una economía de medios realmente extraordinaria, William Wyler ha logrado negar, por lo pronto, que el cine sea incapaz de recoger y expresar todo lo que no sea «acción exterior», demostración evidente en «La heredera» y que le da un valor singularísimo, apreciado en contadísimas películas. En efecto, el problema humano que resuelve la cinta es un problema estrictamente psicológico y su planteamiento y desarrollo se efectúa de modo que todos y cada uno de los planos, tanto si recogen expresiones o ademanes, como escenarios o movimientos accesorios, sirven al espectador la visión interior de unas almas atormentadas o risueñas, felices o desgraciadas; sirven, en suma, la total y penetrante creación psicológica de una. historia de intensa fuerza humana y dramática, cuyos reverberos se proyectan sobre los elementos aparentemente más nimios, las puertas, por ejemplo, que en «La heredera» han sido manejadas por Wyler con inteligencia definitiva dándoles carácter de auténtico elemento narrativo. Para hacer «La heredera», Wyler no se ha valido el ninguna fórmula de última hora, ni se ha empeñado en dar a las imágenes y a su movimiento signos imprevistos; se ha limitado a utilizar —y este es su gran, su definitivo mérito— materiales expresivos perfectamente clásicos, de una ponderación y de una elegancia exquisitas. La arquitectura de la película posee así una cohesión, una sencillez y una armonía de líneas difícilmente superables, merced a las cuales la historia sentimental de Katherine Slopes llega al público con tremenda fuerza y completa, formando una trilogía importantísima, las anteriores creaciones de personajes femeninos llevadas a cabo por el mismo director: «La loba» y «Jezabel». Situada la acción a mediados del pasado siglo y en el ambiente rígido, puritano y ceremonioso de una mansión de la Washington Square neoyorquina, «La heredera» presenta la patética transfiguración de una mujer que, huérfana de todo afecto o consideración, perdida en la convicción de su propia inferioridad, tímida y poco agraciada, ve llegar hasta ella el amor, un amor interesado que ella no puede ver hasta el gran desengaño, tras el cual «La heredera» habrá roto con la vida y sólo aguardará el momento de la venganza. Rica como Eugenia Grandet con la que tantas analogías ofrece esta cinta y como Eugenia Grandet predestinada a la desgracia por eu misma riqueza, Katherine Slopes constituye uno de los caracteres femeninos más enteros, sugestivos e impresionantes de cuantos ha creado el cinema, valores perfectamente recogidos por Olivia de Havilland en una interpretación sencillamente insuperable, fastuosa de matices y de sentimiento, ejemplo y lección soberanos de exactitud, comprensión, talento y sensibilidad. El padre de «La heredera» elemento importantísimo del drama viene interpretado por ese gran actor inglés que es Ralph Richardson y también él sabe cómo moldear el alma de su personaje ante la cámara para que sus razones y sus reacciones respondan siempre a unos motivos expresados mediante finísimos matices. Hombre severo, rígido, introvertido, enajenado al recuerdo de la esposa muerta, con cuya comparación a hija merece una vaga condescendencia, el doctor Slopes es otro gran personaje del film, como lo es también„ en su estilo, el galán que interpreta Montgomery Clift, perfecto simulador de unos sentimientos y punto de partida del drama que William Wyler ha realizado con la maestría más excepcional. H. SAENZ GUERRERO. 





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