miércoles, 3 de agosto de 2011

Giant 1956 "GIGANTE"

Giant 1956 "GIGANTE"


LA VANGUARDIA (15-4-1959) 
Confieso habar asistido al estreno de «Gigante», la grandiosa cinta de la Warner Bros., con un cierto prejuicio, nada favorable. Las cintas demasiado largas, salvo excepciones raras, no son de mi gusto, y «Gigante» es de las que rebasan la medida corriente. Sin embargo, debo confesar con la misma franqueza que; pasados los cinco primeros minutos de proyección, el film había captado absolutamente mi interés, y que lo he seguido con atención creciente, a través de su caudalosa serie de episodios. Trasunto bastante aproximado de una de esas novelas torrenciales en que los americanos nos cuentan las peculiaridades de su vida local o nacional, se nos plantean sus problemas o nos ponen al descubierto sus querellas íntimas, «Gigante» es un compendio, demasiado apretado, de americanismo. Pero resulta subyugante que se nos cuente cómo era la vida en Texás hace cuarenta años, que se describa crudamente, casi rudamente, las discordias raciales, que se hable del conflicto de las generaciones sucesivas —la vieja y la actual— y de la pugna entre los hijos y los padres — consecuencia de ese mismo conflicto de las generaciones —, que se produce en los Estados Unidos cada día. La amplitud de ésta complejísima trama, desdoblada en facetas tan múltiples, basta a justificar que la película alcance ese carácter torrencial que hemos señalado, y que ofrezca, según sus fases, un interés diverso. La cinta es, en efecto, apasionante hasta la mitad exactamente, o sea mientras sé desenvuelve la vida -de los primeros protagonistas— la primera generación, la del gran ranchero que gobierna en déspota sobre un territorio de quinientos mil acres —, y se hace más difusa, minuciosa y, desvaída cuando aparece el segundo grupo de los protagonistas, hijos de los primeros, y se entremezclan sus problemas íntimos y sus conflictos personales, formando una especie de madeja común. Entonces, todo lo que la primera parte tiene de dinámico, de concentrado y de directo, degenera en premioso y vago, especialmente en lo que se refiere a la acción dramática, sin dejar por ello do ser un cuadro gigantesco, trazado con una sinceridad que casi llega a lo brutal, de la vida de una Texas conmovida por el hallazgo reciente del petróleo, por el enriquecimiento apresurado de una sociedad ingenua y candida, pero de tosco tono y de fondo duro, como su propia, tierra de mesetas y viento, y el eterno drama del racismo, que tiene en carne viva a los Estados del Sur. George Stevens, realizador de films harto considerables, como «Serenata nostálgica» y. «Raices profundas», ha conseguido en adoptar a la pantalla la vasta trama de «Gigante», una obrade perfecta y armoniosa coherencia, que se presentaba sumamente dificil. Y si en algunos instantes — sobre todo en las secuencias últimas — incurre en una lentitud que peca de excesiva, salva, en cambio, lo que hay de emoción y da continuidad psicológica en el relato, y mantiene el vigor de los caracteres hasta el último instante. Pero su gran acierto ha sido la elección de los intérpretes. Tanto Rock Hudson, ese hombretón desenvuelto y simpático, como Elizabeth Taylor, en la fragante plenitud de sus hechizos físicos, están extraordinarios, y en todo instante Stevens revela haberlos sabido dirigir con un pulso seguro. En cuanto a James Dean, el genio malogrado, nos confirma de nuevo que estaba destinado a marcar en el cine una huella profunda. Su original manera de hacer, su comprensión maravillosa de lo íntimo de su personaje, son algo que responde, en efecto, al signo de la genialidad. Los aciertos técnicos y plásticos fiel al film no hay que decir que se mantienen en la esoala de su colosalísmo. --Y lo mismo por lo que respecta al color, nítido y límpido. — A. M T. 


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