domingo, 31 de julio de 2011

Rosemary's Baby 1968 "LA SEMILLA DEL DIABLO"

Rosemary's Baby 1968 "LA SEMILLA DEL DIABLO"




LA VANGUARDIA (19-2-1969) 
Román Polanski es un realizador que se ha puesto de moda. Dos de sus películas, «Repulsión» y «El cuchillo en el agua», han bastado para atraerle la atención del público, aunque más especialmente la de la gente joven. Se le considera como una especie de puntal del «cine nuevo». En esta película aborda un tema ingrato, pero que tiene una evidente realidad: el de la brujería, el de las sectas falsamente religiosas, el de los fanatismos criminales... El tema lo ha extraído de una novela de Ira Levin, de mediocres valores literarios, pero de evidente interés por lo que expone en ella. La acción transcurre en Nueva York, tal vez porque en esta ciudad de diez millones de habitantes hay gentes para todo. Pero lo mismo podría haber sido situada en París, en Londres o en cualquier otra ciudad de heterogénea masa humana. El tema es desazonante y repelente —como lo era también en «Repulsión»—, pero de una fuerza dramática que Polanski ha mantenido en constante aumento. Una joven recién casada, «Rossemary», que va a tener un hijo, es victima de un tipo de secuestro no previsto en las leyes. Con la complicidad de su propio marido, los abominables y ridículos miembros de una secta la tienen sojuzgada, vigilada, esclavizada.. Quieren hacer del futuro nonato un nuevo Mesias, para que su nacimiento sea como el año uno de una nueva Era. Para llegar a lograr sus propósitos recurren a todos los medios, hasta los más infames. El marido, un actor que espera que los «hermanos» de la secta lo aúpen en su carrera, consiente y colabora. No es posible negar que el problema de estos monstruosos fanatismos es una amarga realidad en muchos paises. Por fortuna, en gran parte de ellos sólo afecta a unos pocos de sus habitantes, y de ahí que no se le preste la debida atención. Pero hay otros pueblos en que constituye una dolorosa lacra que habría que curar. La película, sin embargo, no llega a ninguna conclusión positiva. Se limita a exponer el fenómeno, pero sin señalar ninguna posible terapéutica. Esta es la primera película en color del famoso Polanski. Había sido concebida en tono mucho más comercial que sus films anteriores. Está bien dirigida, bien planeada y filmada en color. Los personajes tienen viabilidad, y el drama porque pasa la pobre «Rossemary» alcanza momentos de una fuerte tensión. Pero en su conjunto es una obra triste, desagradable y angustiosa. No obstante. dada la proclividad morbosa que revela una parte del público, es posible que esto sea un mayor motivo de atracción. Hay gustos para todo. Mia Farrow, actriz de muy limitado encanto personal, está sin embargo, extraordinariamente bien. Ocupa la pantalla casi constantemente y se produce con una espontaneidad y una fuerza de expresión que apasiona. A. M. T. 




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